Visiones estratégicas para el posconflicto
- Jorge Eduardo Montenegro Garzón
- 16 may 2017
- 3 Min. de lectura

El 1 de diciembre de 2016, mejor conocido como Día D, fue el inicio de lo que sería la implementación del proceso de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y los combatientes de las FARC-EP. El Día D implicó acciones en el diseño de reformas constitucionales y leyes para el Acuerdo de Paz, es decir, que nuevos proyectos de ley se han estado debatiendo en el Congreso. Ahora bien, recordemos que pese al paupérrimo crecimiento del PIB fue 1,9%
de enero a septiembre de 2016, el año representó una complicada temporada en materia económica debido a la actividad productiva y a los ajustes fiduciarios que se produjeron en Colombia (Dinero, 2017). Sin embargo, el inicio del 2017, con el choque impuesto por la Reforma Tributaria con el incremento del 3% en el IVA, los retos, sin duda, están dentro del tintero de los empresarios. Tengamos en cuenta que el comportamiento del dólar influye en las transacciones de los mercados nacionales, en los cuales los consumidores y empresarios deben tomar estrategias que contrarresten los gravámenes de los cambios económicos.
En un escenario de constantes cambios, el país actualmente afronta una de las transformaciones más grandes socio-económicas más grande en toda su historia, y para ello los agentes que elaborarán las metodologías y las estrategias serán, en primera instancia, los empresarios. Según Sergio Jaramillo, alto comisionado para la paz, “el significado de la firma del acuerdo de paz para el sector privado y la economía del país se traduce en una fase acelerada de modernización, debido a la finalización de un conflicto armado” (Portafolio, 2016). Esta modernización ampliará los recursos hacia zonas donde el conflicto no permitía el desarrollo, esto quiere decir que el campo será el principal escenario de producción.
Las mayores oportunidades de crecimiento se darán en el sector agropecuario, puesto que el primer punto del Acuerdo Final, se contempla un ambicioso programa que ofrecerá servicios especializados e infraestructura en el campo. En este caso, los empresarios deberán ser astutos a la hora de competir, de tal manera que se beneficien ellos y a los sectores que serán impactados por su participación. Deberán utilizar una serie de estrategias como "ir mucho más allá de la simple responsabilidad social, apadrinando grandes proyectos de manera que más que recibir personas en proceso de reincorporación, sea apoyando proyectos productivos como cooperativas, asegurando que tengan éxito y beneficien a las comunidades” (Portafolio, 2016), afirma Jaramillo.
Colombia atraviesa una época de pasar la página y de construir un terreno de transición política con grandes afectaciones en lo económico, si se logran establecer alternativas desde la visión competitiva, con seguridad las innovaciones y las diferenciaciones llevarán a las empresas y a sus marcas a colonizar nuevos terrenos que aumenten su rentabilidad. Reconsideremos componentes básicos del mercadeo, con la oportunidad de descubrir sectores que estaban al margen de las dinámicas de consumo, los empresarios moldearán dentro de sus estrategias nuevos y ambiciosos alcances a la hora de crear un producto o servicio que apunten a satisfacer necesidades de potenciales consumidores. Si los expertos en marketing aprovechan ámbitos geográficos desconocidos, nuevos segmentos del mercado se abren para la producción y consumo de bienes o servicios, lo que se traduce en una ampliación que beneficie al empresario y al consumidor.
El impacto económico debe pensarse desde la inclusión productiva de los campesinos dentro de un terreno de participación rural y transformaciones en conjunto con las políticas públicas que mejoren el agro colombiano y las utilidades de las empresas. Colombia tiene una nueva agenda empresarial cuyo paradigma asume atender necesidades insatisfechas y deseos reprimidos por el combate insurgente, construir un ambiente justo que ponga a las empresas como actores responsables con el ambiente y lo social; cuyo legado es una serie de toma de decisiones que beneficien a futuras generaciones con una cultura de trabajo, solidaridad, reconciliación y competencia. Hay varias razones para pensar más allá de la ciudad, el futuro no está dentro de las fronteras que permean la actual estructura de mercado, el futuro está en la proyección estratégica que aprovecha los compromisos del posconflicto y la inversión empresarial en el sector agropecuario para posicionarse, diferenciarse y formar tecnológicamente al campo (Gómez, 2016)
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